REALIDAD DIARIA.

Muchas de las personas, como Vd.,  que hayan leído las diferentes partes del blog, se habrán hecho una somera idea del cambio de concepto de cárcel que supone este proyecto al histórico o tradicional, donde la persona era sometida a todas las medidas de seguridad posibles para evitar incidentes y quebrantamientos frente al nuevo concepto donde prima el individuo, sus problemas y su seguridad.

En la actualidad si pudiésemos “escanear” las personalidades y  los intereses de las personas que albergan los módulos de respeto, veríamos que hay diversos tipos.

El grupo más generalista es aquel que busca cumplir la condena bajo una disciplina que le dé una seguridad ante cualquier agresión. La norma pone el límite y en ella se busca el refugio ante cualquier actuación anómala de cualquier miembro de la comunidad, reforzada por los cauces de queja ante los propios compañeros. Esto unido a que es un entorno “normalizado” (o sea, normas socialmente aceptadas, ambiente acogedor dotado de mobiliario, manteles, cuadros, cortinas, etc. que hacen agradable la estancia) y, donde se tienen unas condiciones de vida e higiene elevadas a la máxima exigencia, con actividades diversas a diario en horario de mañana y tarde y de lunes a domingo. 

La mayoría su implicación es la justa para mantener el exigente nivel de vida. Solamente un reducido número de internos son los realmente implicados, reflejándose esta implicación en sus tareas como coordinadores de grupo o encargados de tareas o actividades. Las personas que más saben apreciar este sistema son los que ingresan con un cierto nivel cultural, ya que intentan aportar algo de lo que ellos saben al resto de internos. Cuando el nivel cultural es básico, nulo o con poco bagaje social,  como mucho se amoldan para no ser echados, aunque a muchas de las normas no le encuentren sentido o estén en contra de sus costumbres habituales.

La mayoría de internos son muy participativos en las actividades que se programan dentro del módulo con personal exterior, no perteneciente al funcionariado del centro. Les gusta ser oídos por personas ajenas a la institución y aprender de sus experiencias. Con las mismas se siente reconocidos, reconfortados y refuerzan su autoestima. Son ellos con sus circunstancias, su delito, sus problemas, su familia, etc. en primera persona los que son atendidos y comprendidos.

 

Curiosamente cuando son expulsados por comportamientos o conductas inadecuados al entorno del programa Respeto o por acumulación de negativos, nadie se quiere ir y la gran mayoría pide su reingreso nada más llegar al módulo de destino “tradicional”. Entre esos expulsados nos encontramos muchas veces con gente que ha “sobrevivido” pero renegando del sistema, aunque lo soportaban por sus comodidades. De todas formas estos internos son detectados por los funcionarios en pocos días, al ver su manera de vivir y convivir en el módulo, pero siempre se le da la oportunidad de adaptarse al medio.

Esta sería la radiografía social del módulo. Sin ambages.